Mi primera cámara réflex “digna” de ese nombre fue una Fuji AX-5, que me trajeron mis padres de Londres.
Luego, un compañero me trajo una Nikon N8008 (en Europa, F-801) de New York.
La última, es una Nikon D80, que ya tiene casi diez años, por supuesto digital, la compré en Bilbao y sigue funcionando como el primer día.
Ahora estoy de mudanzas y he tenido que aligerar lastre sí o sí.
Con harto dolor de mi corazón, he tenido que llevar al garbigune (“punto limpio”) todo mi equipo fotográfico: la ampliadora Meopta Opemus 5, con cabezal de color, las cubetas, el tanque de revelado de negativos, el de Ilford-Cibachrome, los “rodillos agitadores” caseros, las luces rojas, los temporizadores, los calentadores…todo menos los termómetros, que los he guardado.
Aunque me ha dado menos pena, también se han ido la moviola de super-8, la empalmadora…
Hoy me despido de mi N8008.
No os podéis imaginar que depre me ha entrado.
Gracias por miles de fotos y diapos, muchísimos kilómetros (añitos de Caribe incluidos) y muchas satisfacciones.
Ahora, cuando le damos al dedo y tiramos una ráfaga de fotos
sin miramientos, recuerdo cuando había que pensárselo dos veces antes de darle al disparador, porque cada foto “fallida” costaba dinero y trabajo.
Hay muchas cosas que han cambiado y nos han cambiado mucho la vida, pero probablemente la gestión de imágenes (cámaras de foto y cine, radiografías…) y la telefonía tal vez sean de las que más.
Todavía me queda un tuper gigante lleno de fotos y negativos, un maletín repleto de diapositivas y el proyector que no se ni si funciona.
¡Hasta la próxima mudanza!