Los cuatro hermanos Dalton de la política española |
Alguien (no recuerdo quien) decía que lo que había que hacer en aquel país sud-americano era convertir el “parlamento” en “escuchamento”.
(La frase se adjudica a varios autores, por lo que no cito a ninguno)
Desde luego, visto lo visto, también podríamos aplicar esta teoría a las Cortes Generales madrileñas.
Hablar, en el sentido extenso de la palabra (incluyendo las redes sociales, especialmente Twitter) se ha hablado mucho. Muchísimo.
Pero en formato monologo. Para entretener y justificarse ante su público, pero con ninguna intención de compartir, convencer o transar con quienes realmente había que tejer complicidades, para ponerse a trabajar juntos por el bien de quienes decían defender.
Parlar.
Los “parlamentarios” no han parado de “parlar”, pero en el sentido estricto del significado que la RAE da a la palabra:
1. tr. Revelar y decir lo que se debe callar o lo que no hay necesidad de que se sepa.
2. intr. Hablar con desembarazo o expedición (expedición: “facilidad, desembarazo y prontitud en decir o hacer).
3. intr. Hablar mucho y sin sustancia.
4. intr. Dicho de algunas aves: Hacer sonidos que se asemejan a la locución humana.
Desde luego, lo definido en las tres primeras acepciones del término se ha visto abundantemente en el Parlamento español en estas últimas semanas.
Incluso, después de ver a tanto loro y tanta cacatúa repitiendo sin cesar lo que les habían enseñado sus “estrategas electorales” de cabecera, también podríamos aplicar sin problemas la cuarta acepción a lo que hemos padecido.
Si no fuera por la gravedad de la situación y por el riesgo que supone lo que está sucediendo para una democracia de por si inmadura como la española, la situación sería hasta cómica.
Pero, lo dicho, es penosa.
Los ciudadanos no somos tontos y normalmente no hace falta recordarnos lo que ya conocemos.
Pero tampoco se puede correr el riesgo de olvidar que en este circo que se ha vivido ha habido diferentes protagonistas, actitudes y actuaciones.
Y eso es lo que van a intentar hacer ahora aquellos que han ocupado las pistas centrales de la carpa circense, tratándonos como a niños crédulos, haciendo el payaso (por ser fino).
Se empeñarán en hacernos creer que la culpa de lo sucedido no es de nadie y es de todos. Desde quienes pusimos nuestra papeleta en las urnas hasta quienes siempre han estado dispuestos a ayudar y aportar en las negociaciones y el proceso legislativo establecido.
Todos, menos ellos.
Y NO.
Los únicos responsables, sin duda, del desastre sucedido son los cuatro “hermanos Dalton” de la política española, que con su desidia y sus hipertrofiados egos han asaltado y pateado la precaria democracia del Estado español.
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