El Gobierno Vasco ha
presentado en el Parlamento el proyecto de la nueva Ley sobre Adicciones. Una
norma que, sin duda, es muy necesaria, no solo para regular las adicciones a
"viejas" drogas como el alcohol, el tabaco o el cannabis y otros
psicotrópicos, sino también para sentar las bases en la lucha contra otro tipo
de comportamientos adictivos, más modernos, tal vez más sutiles, pero no por
eso menos dañinos: internet, redes sociales, juego y videojuegos, dispositivos
de liberación de nicotina (vapeadores)...
Me voy a centrar en el consumo
de alcohol en menores. Sobre la regulación de los Clubes Sociales de Cannabis
ya escribiré otro día.
Las cifras son escandalosas.
Según la encuesta Drogas y
Escuela VIII, hecha en el año 2011 por el Instituto Deusto de Drogodependencias
para el Gobierno Vasco, el 27.8% de los estudiantes vascos de ESO, bachillerato
y FP, habían consumido alcohol más de 20 veces en el último año y de estos, el
16.8 % lo había hecho 40 veces o más.
El 47.4% habían consumido
alcohol en el último mes y, de estos, el 9% lo había hecho 10 o más veces. El
2.1 %, 40 veces o más.
Y si hablamos de borracheras,
el 43.4% se habían emborrachado una o más veces en el último año y el 11.3% se
había emborrachado entre 6 y 19 veces.
En el último mes se habían
emborrachado el 24.8%.
144 menores de edad de los
4.293 encuestados (el 3.4%) se habían emborrachado entre 6 y 19 veces... ¡¡¡En
un mes!!!
Y de los 12.73 € de paga que
tenían de media los adolescentes entre 14 y 15 años, el 87.7% (11.16 €) se los
gastaban en comprar alcohol.
De acuerdo en que las cifras
son solo cifras, pero, en este caso, la evidencia está clara.
No es difícil saber cuándo,
dónde y que es lo que beben los chavales y las chavalas.
Esencialmente, botellón de
kalimotxo, licor de melocotón con Sunny o licor de manzana con limón. Los mas
mayorcitos, vodka negro, pitufo u orgasmo. Mucho menos (o casi nada) cerveza.
Comprado en tiendas de
alimentación, directamente o a través de otros jóvenes "camellos", por
una módica "mordida" y consumido en plazas y parques.
Algunos de ellos desde los 12
años y todos ellos bebiendo de forma compulsiva y con la única finalidad de
emborracharse.
No son bebedores sociales. Son
bebedores compulsivos.
El objetivo no es desinhibirse
para socializarse mejor.
El objetivo es evadirse de la
realidad.
Y no hay ni que decir que el
alcohol es enormemente nocivo para el desarrollo psíquico, físico e incluso
social de los jóvenes.
Por eso parece evidente que si
se quiere combatir esta plaga hay que hacerlo con decisión y sin matices.
En abril del año pasado nos
quejamos ante la entonces Ministra de Sanidad porque el Gobierno había
levantado la prohibición (vigente desde 1988) de anunciar bebidas alcohólicas
de menos de 20 grados en lugares en los que está prohibida su venta (instalaciones
deportivas, culturales, etc). El cambio de norma formaba parte de la ley de
medidas urgentes de liberalización del comercio. La salud pública pasaba a un
segundo plano y primaban los intereses de productores de vino y cerveza,
esencialmente.
No tuvimos éxito y la norma se
mantiene.
Eso sí, la Ministra nos
anuncio que el Gobierno trabajaba en un proyecto de ley para la prevención del
consumo de alcohol por menores de edad.
En junio de este mismo año
volvimos a expresar nuestra preocupación porque en alguno de los anteproyectos
de la anunciada ley se planteaban diferentes sanciones para quienes incitaran a
beber, vendieran o proporcionaran bebidas alcohólicas a menores, en función de
que su graduación fuera mayor o menor de 23º.
Si ya es difícil en la actualidad
concluir un expediente sancionador por venta de alcohol a menores, con la
diferenciación del tipo de alcohol la cosa se pone prácticamente imposible.
Además, damos por bueno el
argumento de que el alcohol "blando" (de menos de 23º) no es tan
dañino como el alcohol "duro" de más de 23º. Algo "falso de toda
falsedad".
La graduación no es más que
una medida de la concentración de alcohol en la bebida. 2.5 copas de vino
tienen tanto alcohol como un gin-tonic, pero pretendía que servir vino a
menores fuera menos delito y se sancionara menos que servir un gin-tonic.
Independientemente de la cantidad servida.
Desde nuestro punto de vista,
cualquier cantidad de alcohol, en cualquier formato, vendido o facilitado a un
menor en cualquier establecimiento público es un delito, porque es nefasto para
su salud.
Curiosamente, a las dos
semanas de hacer nuestra pregunta, una senadora del PSOE y otra de UPN hicieron
otras dos, dejando clara la preocupación del sector vinícola por poner al vino
a la misma altura que otras bebidas alcohólicas.
La verdad es que no nos parece
una queja razonable, pues no hablamos del consumo responsable del vino
(considerado legalmente como un alimento) entre adultos, sino del consumo entre
menores.
Si el futuro del sector
viti-vinicola depende de que se pueda vender vino a los menores, mal vamos.
Además, sinceramente, no nos lo creemos. A la vista está.
Incluso, en una Moción en la
Comisión de Agricultura, el PP puso por escrito que "debemos esforzarnos
en dignificar nuestro producto...y educar a la sociedad y sobre todo a los mas
jóvenes en los matices y en la cultura del vino".
Procuremos y eduquemos a
nuestros jóvenes para que cuando sean adultos puedan ser, como mucho,
consumidores responsables de vino o de cualquier otra sustancia adictiva no
destructiva, pero no permitamos ni demos facilidades para que ningún menor de
edad ponga en riesgo su futuro o su vida por aumentar o porque no disminuyan
las ventas de ningún producto.
Con muy buen criterio, el
nuevo proyecto de Ley sobre Adicciones del País Vasco no hace diferencias entre
distintos tipos de alcohol a la hora de prohibir la venta y el consumo de
alcohol en menores.
Nos congratulamos por ello.
Al finalizar la pregunta a la
Ministra en junio, me llamó para decirme que el ella era partidaria de no
diferenciar las sanciones en función de la graduación, pero que estaban
teniendo muchas presiones en sentido contrario y que era importante que la
apoyáramos.
Esta iniciativa del Gobierno
Vasco es una muestra de cómo tiene que hacer las cosas el Ministerio de
Sanidad, aunque nos tememos que aquel proyecto de la ministra Mato ahora se
quedará en el cajón.
Cuando hablamos de menores,
todo el alcohol es malo.