viernes, 29 de abril de 2016

¿La “nueva política” resucitará al “viejo Senado”?

Esta “legislatura express” ha servido para muchas cosas, aunque parezca lo contrario.
Unas visibles ya mismo y otras que se materializarán a partir del 27 de Junio.
Entre ellas hay algunos cambios que incluso, podrían “salvar” al Senado.
Cuando terminó el Pleno de esta semana, aun no se habían disuelto las Cortes Generales, pero ya todos teníamos la sensación de haber finalizado una etapa y, por tanto, entramos en el bucle natural de las despedidas.
En una de esas conversaciones, una senadora de Podemos nos dijo algo sorprendente para nosotros. Según ella era increíble que los ciudadanos no supieran “la importante labor y el trabajo que se lleva a cabo en el Senado”.
A finales de 2014 planteaban la eliminación de las diputaciones, los consejos consultivos, la policía antidisturbios y el Senado.
Ahora la cosa ha cambiado y la necesidad es la de dar a conocer la importante labor que realiza la Cámara Alta.
Un cambio importante. Más teniendo en cuenta que, en los cuatro Plenos que hemos tenido, prácticamente solo hemos visto lo que en nuestro argot propio llamamos “mociones de campanario”, con propuestas generalistas, claramente pre-electorales y sin ningún recorrido real.
¿Qué pensaría esa senadora si esta hubiera una legislatura normal y hubiera estado en un grupo pequeño, siendo portavoz en 9 Comisiones?

Otro tema que ahora ya no genera tanto problema es el de los sueldos y “prebendas”. Cada grupo ha resuelto lo de las retribuciones como ha considerado oportuno, pero siguen existiendo diferencias entre las direcciones de los grupos y los senadores “modelo básico” y, que se sepa, nadie ha renunciado a su sueldo (salvo uno de los portavoces, que tenía que elegir entre la retribución del Senado y la del Parlamento madrileño y se quedó con esta última, porque suponían 700 € más).
Decían que querían cambiar las instituciones desde dentro “a través de la denuncia y la ejemplaridad”. Pero han luchado y presionado como cualquier otro grupo de la “vieja casta” por ocupar cargos orgánicos en la Cámara y por tener derecho a contratar más asistentes (personales y elegidos personalmente) y medios.
Todo ello sin renunciar a ninguno de aquellos privilegios que tanto criticaban. Viajan en avión y pillan taxis, manejan iPhones e iPads, exigen las clases particulares de inglés o francés para los asistentes, toman cervezas o café en el mismo bar y al mismo precio que el resto y comen el menú del día del Senado…como todo el mundo, sin renuncias ni suicidios colectivos.
Integración total y normalidad absoluta, solo con cuatro meses de “practicas”.

Pero probablemente el cambio más importante derivará de haberse dado cuenta de la capacidad de bloqueo que tiene el Senado en algunos procesos legislativos muy importantes.
Una capacidad de veto ciertamente muy-muy limitada ante las decisiones del Congreso (esencialmente, por una falta de fe en el propio sistema bicameral español por parte de los dos grandes partidos PP-PSOE), pero veto al fin.
Para cambiar el ordenamiento jurídico actual, tanto en temas sociales como "territoriales", hay que reformar  la Constitución y ahora todo el mundo se ha dado cuenta de que para eso hace falta contar también con la mayoría en el Senado.
Esa, la posibilidad de bloqueo de cualquier iniciativa de enjundia, ha sido una de las bazas que ha jugado el PP, que, a lo calladito,  también en esta legislatura había conseguido mayoría absoluta en el Senado.
Unos datos: en las elecciones de diciembre de 2015, 450.238 personas votaron al Congreso, pero no lo hicieron al Senado. Fueron a votar, pero solo usaron una papeleta.
Dentro de las urnas, hubo 573.859 votos nulos más para el Senado que para el Congreso y 790.547 más votos blancos.
En total, si sumamos los que ahora podrían llevar las dos papeletas y quienes votaron normalmente al Congreso, pero lo hicieron nulo o blanco al Senado, tenemos que en la convocatoria del 26 de junio podrían ponerse “en juego” 1.814.644 votos más, que tienen claro a quién votar para el Congreso y solo tienen que decidir que papeleta sepia va a juego con su papeleta blanca.
Más de un millón ochocientos mil votos que pueden variar bastante los resultados.

¿Y entonces? ¿Ahora qué?
¿Los partidos “anti-vieja política” van a seguir diciendo a sus seguidores y votantes que voten en blanco o hagan el voto nulo al Senado?
¿Algunos partidos van a seguir haciendo como que no tienen candidatos al Senado, por aquello de que esta Cámara no se considera más que un “cementerio de dinosaurios”?
¿O van a intentar atraer también el voto de los ciudadanos a sus candidaturas a la Cámara Alta?
¿O va a resultar que, si realmente se quiere cambiar algo en el Estado español, el Senado va a ser una pieza clave?
Esta podría ser una pieza importante del puzle, que muy probablemente vaya a cambiar parte del panorama político y electoral del Estado el 26 de junio.
Ya lo veremos.


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