miércoles, 28 de noviembre de 2018

"David Ibar", contra "Goliat Florida".

La familia de Pablo Ibar, con la delegación de Cortes Generales.
Ya en casa, después de la visita relámpago a Florida y, más concretamente, a la Corte del Condado de Broward. 
Resumiendo, en este viaje hemos visto y vivido dos mundos diferentes y enfrentados en el proceso penal que Pablo Ibar está sufriendo desde 1994.
No me atrevo a decir que todo el sistema judicial-penal americano sea así en todos los casos, ni en todos los Estados, pero, lo sucedido a Pablo hasta que el Tribunal Supremo de Florida dictaminó la repetición del juicio, no es precisamente algo de lo que los ciudadanos y ciudadanas de Florida puedan estar demasiado orgullosos.
¿Qué hemos visto?

Por un lado, a Pablo Ibar, que en todos estos años ha demostrado ser un hombre de principios y con una determinación y un coraje enormes. Podría haber negociado para obtener una cadena perpetua y salir de corredor de la muerte, pero él sabe que es inocente y no acepta otro veredicto que el de “no culpabilidad”, a pesar de la tortura institucional que supone mantener a alguien casi 20 años con la espada de Damocles de una ejecución sobre la cabeza.
En frente, un aparato policial y judicial que, en este caso, funcionó más por la necesidad egoísta de resultados de los investigadores y acusadores que por buscar la verdad y la justicia y que no duda en poner grilletes y esposas hasta en las visitas dentro de la cárcel o en obligar a los presos a comprarse su propia comida diaria.

Hemos visto, el ejemplo y el coraje de Tania y de Candido, esposa y padre de Pablo y de toda su extensa familia. Una familia que ha hipotecado sus vidas (incluso literalmente) en el proyecto de defensa de Pablo, apoyándole cada día con todo lo que tienen, desde la perspectiva de la gente trabajadora, sin grandes fortunas.
En frente, una sociedad que margina automáticamente a aquellas personas que son declarados culpables, incluso aunque posteriormente se demuestre su inocencia, por aquello de que “algo habrán hecho” y un sistema judicial y presidiario basado más en la venganza que en la recuperación social de los delincuentes y presos.

La delegación con el equipo defensor.
Por el lado de Pablo, un equipo defensor que cree en lo que está haciendo y tiene la solvencia suficiente para jugar en esta partida, en la que las cartas vienen ya “marcadas” por la fiscalía y hacerlo con jugadas maestras, bien estudiadas y planificadas.
En frente, una fiscalía con un presupuesto de tres millones de dólares a su disposición (algo que Pablo nunca podrá alcanzar), que ha tenido que recuperar de la jubilación al antiguo y envejecido fiscal que llevó el caso y que sigue empecinada en presentar las mismas pruebas que el Tribunal Supremo consideró insuficientes y, además, hacerlo de la misma manera que la primera vez.

Por un lado, apoyando a Pablo, vemos una sociedad vasca y española que está contra la pena de muerte y que, además, exige un juicio justo para él y que tampoco ha dudado en contribuir, de la manera en la que cada uno ha podido, a conseguir los dolares necesarios para preparar una defensa solvente jurídica y técnicamente, con la implicación personal de los mejores peritos expertos, aportando más por menos.
En frente, un sistema policial y judicial que quiere seguir protegiendo una sentencia que, a todas luces, es injusta y se empecina en condenar a alguien sin las pruebas suficientes, solo por poder decir que se ha cerrado un caso, con las consecuencias profesionales que eso pudiera tener para algunos de los implicados en la acusación, buscando otros objetivos personales diferentes a la búsqueda de la verdad, el esclarecimiento del caso  y la justicia. 

En resumen, hemos visto a un David, apoyado en su familia y amigos, luchando de manera desigual, pero mano a mano, para que, un despiadado y omnipotente Goliat, no le aplaste con la enorme bota de un aparato policial y judicial, que actúa movido, demasiadas veces, más por la consecución de resultados y glorias personales, que por la búsqueda de la verdad y la justicia.

También quiero recordar en este texto y mandarle todo el cariño y apoyo a nuestro compañero diputado del Congreso, Paco Molinero, a quien le dio un infarto muy grave, que lo puso a las puertas de la muerte, cuando ya nos dirigíamos al aeropuerto de Miami para volver a casa.
Estoy seguro de que se recuperará y se pondrá bien y también de que, a pesar de que casi le cuesta la vida ir a apoyar a Pablo, estará tan orgulloso como lo estamos el resto de la delegación del Senado y del Congreso, de haber podido apoyar y aportar, aunque solo fuera un granito de arena, para que se haga justicia con Pablo Ibar.
#PabloIbar
#PabloIbarJuicioJusto