Esas situaciones de las que no eres consciente hasta que terminan y eres capaz de unir todas las piezas.
El martes día 11 nos reunimos los representantes de todos los grupos parlamentarios del Senado con Candido Ibar y Andres Krakenberger, padre del reo Pablo Ibar y portavoz de la Asociación contra la pena de muerte “Pablo Ibar”, respectivamente.
Entre los dos nos transmitieron las últimas noticias sobre la situación procesal del caso de Pablo y los problemas y las nuevas expectativas para los próximos meses.
Aunque ya le conocía, nunca tuve la posibilidad de hablar con Cándido y, la verdad es que quede muy impresionado por la entereza de ese hombre, tras 16 años de ver a su hijo en el corredor de la muerte y 22 desde que Pablo fuera acusado los asesinatos de Casimir Sucharski, Sharon Anderson y Marie Rogers.
Escuchando el relato que nos hizo Andres sobre el despropósito del proceso contra Pablo; el parecido de Candido Ibar con su hermano, el boxeador “Urtain”; la sensación de que se estaba cometiendo una injusticia…
Todo ello me llevó a recordar, por casualidad, una canción de Bob Dylan: “Hurricane”.
En ella, Dylan nos narra el caso de Rubin 'Hurricane' Carter, un boxeador afro-americano, que fue también acusado, junto con su amigo (también afro-americano y boxeador), John Artis, de un triple asesinato, en 1966.
Igual que Pablo Ibar y su amigo Set Peñalver.
Pero hay una diferencia notable: Carter y Artis fueron condenados a tres cadenas perpetuas y, en cambio, Ibar y Peñalver fueron condenados a la pena de muerte.
En el caso “Hurricane”, Artis salió de la cárcel tras 15 años, por buena conducta.
Carter apelo varias veces, pero no consiguió su exoneración hasta 1985. Y lo consiguió porque tuvo la fortuna de encontrar los ingentes fondos necesarios para poder contratar un buen equipo de abogados defensores.
Pero aun así, a pesar de que juez declaro inocente a Carter, reconociendo claros elementos de racismo durante el proceso penal y que hubo corrupción de la policía, declaraciones bajo coacción y pruebas falseadas, el estado de New Jersey siguió considerándolo culpable y apelando a la Corte Suprema de los Estados Unidos hasta 1988, cuando se cerró el caso definitivamente, justo 22 años después de que se produjeran los asesinatos. Tantos como los que lleva Pablo Ibar acusado.
Set Peñalver fue declarado inocente de todos los cargos y puesto en libertad en diciembre de 2012.
La Corte Suprema de Florida también revocó la declaración de culpabilidad de Pablo Ibar y, consecuentemente, su condena a muerte, aduciendo que las pruebas eran débiles e insuficientes. También en este caso, había falsos testimonios, delatores por una recompensa, pruebas falseadas y manipuladas y una urgente necesidad de resolver como fuera un caso mediático.
A pesar de la decisión de la Corte Suprema, el Estado de Florida sigue empeñado en seguir adelante con el proceso contra Pablo, sin aportar ninguna prueba nueva ni sustancial, que no haya sido estudiada y desestimada en ocasiones anteriores y manteniendo su petición de pena de muerte.
Y todo, como en el caso de Carter y Artis, por la necesidad de los jueces y fiscales americanos de ganar casos (si son muy sonados y mediáticos mucho mejor), para asegurarse la reelección o un trampolín para culminar sus aspiraciones políticas.
Un efecto a todas luces perverso de un sistema de elección directa, que hace vulnerables e inestables a estamentos tan importantes como el judicial, que deben de estar al margen de injerencias externas, para realizar su labor con solvencia, profesionalidad e independencia.
Un sistema perverso, de justicia injusta y vengativa, en el país supuestamente más avanzado del mundo.
Será casualidad, pero, justo ayer, le dieron el Premio Nobel de literatura a Bob Dylan, precisamente por relatos cantados como el de “Hurricane”.
Un premio a toda una carrera musical, que ha servido, además de para entretenernos, para abrirnos un poco las conciencias a muchos de nosotros.
Un Premio que lo es también, en parte, a personas como Rubin “Hurricane” Carter y Pablo Ibar, que sufren injusticias incluso en sitios tan civilizados como los Estados Unidos.