Desde que yo recuerdo, por estas fechas, en Lekeitio, como en otros municipios costeros, las
boniteras de bajura todavía seguían pescando bonito con cebo vivo.
En los dos últimos años, la pesquería para nuestros arrantzales estaba ya cerrada a estas alturas porque empleando este arte de pesca tradicional, les ha sido suficiente para alcanzar el máximo permitido de capturas.
Sin embargo, aún a día de hoy hay flotas que siguen pescando bonito en el Cantábrico, como la francesa o la irlandesa.
Posiblemente, no lo harán con tanto éxito, porque si nuestra flota no pesca ellos lo tienen más difícil, ya que normalmente se dedican durante el día a tomar nota de las coordenadas en las que faenan nuestros boniteros. ¿Para qué? Para, al anochecer, cuando el bonito se sumerge en aguas más profundas, arrasar esos mismos caladeros acabando con los bancos de bonito y con cualquier otra especie marina que se cruce en su camino, sin distinguir tamaños o especies y devolviendo a la mar lo que no les interesa con muy poco o ningún control del descarte por parte de las autoridades españolas, encargadas de vigilar las aguas donde faenan.
Y lo hacen así porque la pesca del bonito con artes de arrastre pelágico es legal en varios países de la Unión Europea, como los dos citados, aunque en el Estado español esté terminantemente prohibida.
No cuestionamos la pesca con artes de arrastre en general, porque hay especies y pesquerías que solo pueden realizarse al arrastre. Especialmente la pesca más difícil, que es la de especies que se encuentran en el fondo y en mares muy complicados desde el punto de vista meteorológico.
Existe una industria pesquera arrastrera muy importante, especialmente de arrase de fondo, que ha trabajado mucho en desarrollar redes y artes de pesca y sistemas de localización de bancos y especies cada vez más selectivos.
Sin duda, hay que seguir mejorando, pero no podemos prescindir de esos sistemas de pesca, porque son la base de una importantísima industria pesquera.
Pero ese no es el caso en la pesquería del bonito del Norte, Thunnus Allalunga.
Solo como anécdota, en euskera tradicionalmente al bonito del Norte se le ha llamado “Hega luzea”, que traducido literalmente al castellano sería “ala/aleta larga”, equivalente a la traducción taxonómica de Thunnus Allalunga o “atún de la ala larga”.
O sea que, si alguien sabe de bonito del Norte es la flota vasca y también la del resto del Cantábrico. De Hondarribi a Burela, nadie puede venir a enseñar nada a nuestros arrantzales que no sepan sobre lo que es y cómo se comportan estos túnidos tan apreciados.
Por eso, resulta un contrasentido que, mientras nuestras flotas del Cantábrico llevan décadas demostrando que esta modalidad de pesca pieza a pieza, con cebo vivo o a la cacea, es suficiente para llevar a cabo una pesca de volumen industrial, se siga, en cambio, permitiendo el arrastre pelágico en Europa para esta especie.
Independientemente de que haya o no estudios sobre la repercusión de la pesca de arrastre en cada pesquería, parece evidente y razonable pensar y afirmar que pescar con artes altamente selectivas, en las que se selecciona la especie (porque se pesca sobre el cardumen concreto de bonitos, localizándoles, atrayéndoles y engañándoles con una lámina de “lluvia” de agua de mar) y su tamaño (porque “por la boca muere el pez” y a cebo y anzuelo grande, pez grande; y a cebo y anzuelo pequeño, pez pequeño) es siempre más positivo que pescar con artes que no “ven” lo que pescan.
Además, la calidad es muy superior, porque cuando se pesca uno a uno se mima el pescado y cuando se pesca masivamente las capturas sufren más.
Al final, lo pescado por arrastre pelágico, por la diferencia de calidad, puede llegar a tener en lonja un precio hasta siete veces inferior que lo pescado de forma tradicional, lo que, lógicamente, distorsiona el mercado, forzando a la baja precio del total de las capturas.
Y esto, sin duda, puede hacer un daño irreparable a la propia industria pesquera de bajura.
Este año 2018 aún más, si cabe, porque las flotas pelágicas han entrado un mes antes a pescar, solapándose más tiempo con las tradicionales.Por eso, la semana pasada requerimos al Ministro de Pesca para que, sin cuestionar el uso de la pesca de arrastre en general, hiciera las gestiones necesarias ante la Comisión Europea para que elimine la pesca del bonito por arrastre pelágico. Por innecesaria e insostenible.
Nuestra petición concreta es que, en aquellas pesquerías como la del bonito del Norte, en la que las se ha demostrado, desde hace ya muchas décadas, que las artes tradicionales son efectivas y capaces de pescar la totalidad de las cuotas que los científicos consideran razonables para la supervivencia de la especie y, por tanto, de mantener una industria pesquera de calidad, no se permitan artes de pesca que sean menos eficaces, efectivas y respetuosas con el medio ambiente y la vida marina.
La respuesta no fue muy halagüeña.
Sinceramente, esperaba mucho más de un ministro que conoce muy bien Europa y el sector primario y que es miembro de un Gobierno que dice tener la preservación de la naturaleza, de la biodiversidad y del medio ambiente como uno de sus pilares fundamentales.
Incluso podía haber sido más pro-activo, aunque solo fuera por eliminar el riesgo real de enfrentamientos violentos entre flotas pesqueras que ya existe y que la experiencia nos dice que son muy malas, peligrosas y dañinas para todos.
Habrá que darle un margen de tiempo para ver si vira su timón en la dirección correcta.
Mientras tanto, permaneceremos atentos a ver qué rumbo toma y seguiremos insistiendo.