El pasado jueves estuvimos la Senadora Iparragirre y yo
en la presentación del documental sobre la triste suerte de los gudaris que
lucharon en Ziardamendi y en toda la zona de San Miguel, entre Elgoibar y
Etxebarria.
Un estudio histórico muy interesante, veraz y riguroso.
Pero, además, transmitía muy bien la cuestión nuclear: los
sentimientos, las convicciones, la responsabilidad y la entrega de unos jóvenes
vascos, de EAJ-PNV, que, a pesar de que tal vez no fueran totalmente
conscientes del alcance de la decisión que habían tomado, una vez conocida la dimensión
del drama y del peligro que corrían en esa guerra tan desigual, siguieron
luchando por sus ideales, por su patria y por una responsabilidad ya adquirida
con su compatriotas.
La geometría dice que el recorrido más corto entre dos
puntos es la línea recta. Entre Elgoibar y Lekeitio, el recorrido más corto
pasa por San Miguel, aunque tenga muy muy poco de línea recta.
Ese fue el trayecto que la noche del jueves me llevó a
casa, después del documental.
Eran casi las diez menos cuarto de la noche y, unos
cuantos metros antes de pasar el cartelón que indica Urkaregi, me paré en la orilla
de la carretera. No conozco bien el entorno, pero podría ser cerca de Belaustegi.
La verdad es que fue un impulso.
Paré el motor y salí. Estaba oscuro, porque la luna no
iluminaba y solo se divisaban las luces de algún caserío a lo lejos.
Fue impresionante pensar e imaginar a aquellos chavales
(u otros parecidos, en San Miguel o en cualquier otro frente), apostados detrás
de un parapeto o en una trinchera, mientras sus compañeros descansaban o dormían,
a la espera del día siguiente, sin saber si aquel seria su último amanecer.
Hacer guardia a oscuras, en completo silencio, intentando
adivinar que podía estar haciendo o maquinando el enemigo en aquel momento. Un
enemigo terrible, mucho mejor pertrechado y armado, fanatizado por una
"gloriosa cruzada" con un altísimo componente religioso y cuya aspiración
no era derrotar al enemigo, sino exterminarlo.
Me costaba imaginarme a mí mismo teniendo el valor
suficiente para hacer lo que hicieron aquellos gudaris, pero, sobre todo,
imaginaba a mi hijo en una situación como aquella, lo que me resulto aun mucho
más impactante.
Al poco rato, me fui. Se me pusieron los pelos de punta, intuyendo a los cafres mercenarios
rifeños moverse en la oscuridad, bajo pieles y trapos blancos, simulando ser
ovejas, hasta alcanzar a los gudaris, para matarlos brutalmente, como contaba
en el documental, el propio Jose Mari Otxoa de Txintxertu, malherido en aquel
mismo sitio y en aquella misma batalla.
"Never in the
field of human conflict was so much owed by so many to so few"
"Nunca en el campo de los conflictos humanos,
tantos debieron tanto a tan pocos" les arengó Churchill a los pilotos de la
Royal Air Force tras la batalla de Inglaterra.
En este caso, nosotros deberíamos de decir lo
mismo por estos jóvenes gudaris, que dieron sus vidas para defender una patria,
que, gracias a ellos, aunque no lo supieran nunca, se convirtió en Nación.
Porque, gracias a ellos, gracias al tiempo que se
ganó mientras detenían el avance de las tropas sublevadas, se pudo proclamar la
autonomía de Euskadi y pudo tomar posesión el Lehendakari Agirre.
Quienes creemos en esa Nación, en Euzkadi (como a
ellos seguramente les hubiera gustado llamarla aun hoy), solo podemos agradecérselo
y dedicarles nuestro homenaje.
Mañana domingo lo vamos a hacer, junto con nuestro Lehendakari.Su Lehendakari.
¡¡Eskerrik asko mutillak!!
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