lunes, 22 de septiembre de 2014

¿Qué reformas caben en el Senado? (Pregunta formulada en el foro "Osoigo.com")

Como premisa, yo creo en las bondades de la bicameralidad.
La obligación de una segunda reflexión y el hecho de que los representantes de ambas cámaras se elijan por sistemas electorales diferentes hacen que las leyes y normas, teóricamente, deban de superar necesariamente negociaciones y consensos mucho más amplios que en el caso de una sola cámara. Además, la existencia de dos cámaras sirve de mecanismo de "auto-control" entre ambas, lo que puede evitar la concentración y el abuso de poder.
Es cierto que es más costoso económicamente y más lento que el sistema unicameral, pero, en mi opinión, garantiza una mayor calidad y equilibrio, no solo de los procesos legislativos y de control al poder ejecutivo, sino de todo el sistema de poderes de un país.
En España, el sistema puede estar bien diseñado, pero no funciona adecuadamente.
El Senado (analizado aisladamente) cumple con suficiencia su función de Cámara de Segunda Lectura y de reflexión, así como su función de control al ejecutivo y, además, con mucha más tranquilidad, por la nula presión de los medios de comunicación sobre la cámara.
Además, desde el punto de vista de la reflexión, personalmente valoro muy positivamente la capacidad del Senado de plantear y desarrollar Ponencias de Estudio, de las que resultan propuestas muy interesantes, normalmente con un alto nivel de consenso, fruto del estudio de las opiniones de expertos sectoriales.
Siendo todo esto así: ¿cuál es el problema?
El problema es que los sucesivos Gobiernos y las mayorias que los sustentaban han ido laminando las posibilidades del Senado a base de obviar las decisiones tomadas en él. Al final del proceso, en casos de discrepancia, las decisiones del Congreso prevalecen siempre sobre las del Senado, por lo que lo decidido en él prácticamente no tiene valor.
La falta de tradición democrática, lleva a los Gobiernos a evitar tener que buscar dos veces el consenso necesario para sacar leyes y normas.
Esta diferencia en las mayorías de las cámaras, que es aceptada con naturalidad en países de larga tradición democrática como los Estados Unidos o Francia, no ha sido aceptada por los dos grandes partidos de gobierno españoles y, al final, el trámite del Senado no deja de ser meramente testimonial.
Por lo tanto, no es que el sistema no sea bueno. Lo que ocurre es que la bicameralidad bien entendida es incómoda para los partidos gobernantes.
Si se quiere recuperar la credibilidad, no solo del Senado, sino de todo el sistema en su conjunto, hay que conseguir dar valor a las decisiones que en él se toman.
En el plano territorial, el problema es que los partidos de índole estatal no tienen interiorizada y aceptada la realidad plurinacional del Estado en su ADN político, como algo beneficioso para el país.
El desarrollo del sistema de autonomías en España no obedeció a una necesidad o reivindicación de las diferentes regiones españolas, sino a un afán de "dilución" de las realidades nacionales vasca y catalana, principalmente.
El Senado es, en consecuencia, un reflejo de esta situación.
Es imposible crear Grupos Territoriales con miembros de distintas sensibilidades políticas, porque priman las posturas partidarias sobre la defensa de los intereses de una Comunidad.
Paradójicamente, ni las normas referentes al propio sistema autonómico (estatutos de autonomía y su renovación, etc.) son discutidas en primera instancia en la denominada Cámara Territorial.
Por lo tanto, el problema no es el diseño del sistema bicameral español, sino su desarrollo o, mejor dicho, su falta de desarrollo, cuando no su clara involución.

No se trata de cambiar los Reglamentos del Senado, sino de adecuar las Cortes Generales a un sistema bicameral real y efectivo, ya consagrado en la propia Constitución española.

No hay comentarios:

Publicar un comentario