sábado, 30 de julio de 2016

“Mus...allí...mus...pues mus”

En España, todo aquel que ha jugado al fútbol, aunque fuera un cesto en el campo, se considera y discute como si fuera un avezado entrenador/seleccionador.
Quien ha salido alguna vez de vacaciones allende la vieja piel de toro, se considera a sí mismo un experto y cree conocer que es lo que se debe de hacer para desarrollar el turismo en cualquier entorno, incluso hostil.
Lo mismo parece que pasa con el mus.
Mucho fantasma, pero con muy poquita idea y sin ninguna buena intención.
El 20 de diciembre se empezó a jugar una gran partida en España.
Cuatro jugadores, que fueron emparejados de dos en dos, por aquello de su posición en el campo de las derechas/izquierdas.
Se repartieron las cartas y a cada uno le tocó lo que le tocó.
Primer problema: los jugadores no se sabían las señas y tampoco tenían intención de aclarar su jugada, ni siquiera al compañero, porque todos querían ser los protagonistas de la victoria.
Segundo problema: ninguno sabía jugar “sin cartas”. Solo atinarían a acertar con una mano cargada de reyes y mejor si es con la 31 de mano.
Tercer problema: los cuatro querían ganar la partida por ordago. Nada de ir sufriendo piedra a piedra y amarreko a amarreko. Al fin y al cabo, para dar un ordago lucido solo hacen falta cartas y una frase ingeniosa.
Cuarto problema: siempre se dice: “los que miran, callar y dar tabaco”. Pero en aquella partida no fue así. Todos tenían asesores o “parientes” diciendo lo que tenían que hacer o lo que parecía que iban a hacer los demás. También asistían al evento una pléyade de “profesionales” de la comunicación, que se inflaron a transmitir “Urbi et Orbi” el color de la ropa interior de cada uno, sus hábitos higiénicos o el pago a plazos de los brackets del niño.
Ante este panorama,  los cuatro jugadores dieron mus, cada uno fantaseando con su propio “cuento de la lechera”.
Entre otras cosas, porque así se lo aconsejaban muchos de los mirones que no paraban de hablar de mirlos blancos, expectativas de voto...
Y eso hicieron: “mus, allí, mus, pues mus”.
Y el 26 de junio se volvieron a repartir cartas.
El que mejor había salido fue el más viejo.
La carita de los otros tres era un poema.
Pero esta vez sí parecía que se iba a jugar.
La pareja de la izquierda seguía igual: a su pedo, a mordiscos, pero ahora con una jugada mucho peor que en la mano anterior.
Ya lo dice el refrán:” A naipes nuevos, suertes viejas”.
La pareja derecha parecía que empezaba a pasarse señas, discretamente y que algo podrían hacer.
Pero, claro, quien no sabe, no sabe y es imposible que aprenda de la noche a la mañana, por lo que resulta que las señas entre ellos no han sido verdaderas o, por lo menos, suficientemente esclarecedoras de la jugada conjunta.
Y los cuatro vuelven a mirar al mazo de cartas, en la esperanza de un golpe de suerte.
Si vuelve a haber mus, el PP sabe que va a seguir cargándose de reyes, hasta poder dar un ordago él solito.
El resto ya no puede estar peor.
Además, algunos mirones están encantados con la situación, porque tienen ganas de sentarse en la mesa a jugar, pensando que, como decía al principio, son los mejores en esto del ordago de farol.
A los de la alcachofa esta situación les sirve para seguir pontificando y ocupando tiempo en los medios. Buen negocio.
La verdad es que yo era de los que estaba convencido que, tras el resultado del 20 de diciembre, no habría gobierno y repetiríamos elecciones.
Por el contrario, siempre he creído que tras el 26J las cosas irían de otra manera y el PP se empeñaría en formar gobierno y de hacerlo rápido, para marcar una diferencia clara con el intento frustrado de Pedro Sánchez de marzo pasado.
Siendo así, la la investidura de Rajoy tenía que haber sido la primera semana de agosto.
Pero no parece que vaya a ser así.
Volvemos a la casilla de “si no tengo mayoría suficiente, no me presento”.
El paso del tiempo, dejar “pudrirse” la cuestión hasta septiembre, en la esperanza de que alguien sea abducido y cambie de opinión, solo favorece que todos los jugadores se planteen un nuevo mus y volver a repartir las cartas.
Total, el que está bien acabará mejor y el resto piensa que “peor no pueden estar”. Pero si: peor si pueden estar…o simplemente, no estar.
Un nuevo “mus” sería inaceptable, peligroso y vergonzoso, pero…
Spain is different.

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